La información que recibe cualquier ciudadano está determinada por un tamiz. La naturaleza de estos filtros responde a diferentes criterios y se adecuan a todas las sensibilidades. Cada cual elige el colador que más le gusta para escuchar lo que quiere.
Cualquier consumidor de información es capaz de articular una queja acerca de la parcialidad de los medios de comunicación y de cómo condicionan las opiniones de la masa. Lo hacen marcando una agencia informativa y tratando la información de una determinada manera, hay poca duda acerca de eso. Sin embargo, no son los medios los únicos culpables de la subjetividad imperante en el mundo y, además, es complicado encontrar la autocrítica suficiente para admitir que todos tenemos culpa de la información parcial.
El primer hacker de la información es el propio ciudadano. La causa es tan humana como todos ustedes. Las personas tienden a buscar opiniones e informaciones que les reafirmen en las premisas que ya traían de casa. Salir de debajo del edredón no es del gusto de la mayoría y en lo que se refiere al consumo de información, la cosa no cambia.
Ann Mettler es la directora del European Political Strategy Centre en la Comisión Europea en Bruselas. Mettler ha explicado en el Web Summit de Lisboa cómo las personas parecen provenir de planetas diferentes, si el criterio que se utiliza es su timeline de Twitter o el feed de su Facebook personal.
Esa visión se hace palpable en el caso de que, apelando a la actualidad más bullente, alguien sea partidario del partido demócrata o del republicano en Estados Unidos. «Las noticias se han convertido en una especie de cámara de eco porque tendemos a buscar información que refuerce nuestras posiciones», señaló la alemana. «Los medios de comunicación tenían la obligación de mediar entre las noticias y los ciudadanos, decidir qué era noticia y comprobar los hechos. En los medios sociales no existe nadie que haga esa mediación y eso da pábulo a rumores e informaciones sin confirmar». La dificultad radica, claro, en si merece más consideración la libertad de expresión de cada persona o el porcentaje de veracidad de lo que cuenta.
Tanto para Ann Mettler como para Gary Marcus, psicólogo investigador de la New York University, es necesario exponerse a la radiación de los argumentos opuestos. Marcus lamenta que sea más difícil encontrar las posiciones de los oponentes que las más afines a uno.
Esta circunstancia es uno de los retos tecnológicos a los que se enfrenta la tecnología de la información. Cuanto menos enfrentan los argumentos los ciudadanos, más vulnerables son en la dialéctica contra lo diferente. Gary Marcus afirma que «es necesario buscar información que ofrezca nuevas perspectivas». Además, se muestra preocupado porque admite que existe una dificultad real «de arreglar la tendencia a que crezcan las burbujas que actúan como filtros de información».
El reto es tecnológico y social. Cualquier esfuerzo por educar a la población en la conveniencia de enfrentarse a otros puntos de vista debe ir acompañado de la facilidad de encontrar competencia sólida. Los buscadores e indexadores de información están programados para ofrecer al usuario aquello que quieren leer, no aquello que les incomoda. Les va el negocio en ello.
Ann Metler reflexionó también en la conveniencia o no de facilitar la presencia de ciertas posiciones. «La democracia tiene que ver con el diálogo y el compromiso. Necesito informarme no sólo de lo que yo creo sino de lo que piensan otros, es una obligación. Necesitamos exponernos a lo que dice Trump a pesar de que no estemos de acuerdo con ello. Sin embargo, debemos hacernos algunas preguntas acerca del impacto que tienen en la Red las personas que no creen, por ejemplo, en conceptos consensuados como la democracia».
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